domingo, 4 de mayo de 2014

Cita CLXXXIII: Los libros proféticos


"Profetizar no es una tarea recóndita -como puedan serlo escribir, pintar o componer música- sino, precisada de auditorio. El profeta, en el mejor de los casos habla -en el peor, vocifera- a una multitud o a un grupúsculo de gente. El ministerio profético se ejercer sobre una caterva que suele caer en trance. Algo parecido a lo que ocurre con la actual música abierta que desencadena éxtasis colectivos en la juventud, con acompañamiento de gritos, encendido de bengalas, desmayos y demás parafernalia.

El discurso de los profetas de Israel ocupa en el Antiguo Testamento -prescindiendo de Elías y algún otro que lo hicieron por libre-, nada menos que 252 capítulos y 5.804 versículos salvo error u omisión: mucho pesebre para tan poco pienso, dada la abundancia de refritos y temas estrellas que pasan de profeta en profeta a ver quién los grita más fuerte. Así, cuando se amenaza a las naciones vecinas -Egipto, Fenicia, Filistea, etc.-, se reitera la archisabida historia de Israel, o se pregonan los endémicos atranques entre Yahvé y el pueblo elegido. ¿Pero cómo estuvo el buen Dios habiendo, como había, tanta gente simpática y comedida lampando por el favor divino, para promocionar a uns tipos tan cascarrabias?"

Página 225. El humor en la Biblia. Síntesis festiva del Antiguo Testamento. Casimiro García. Arcopress. España - 2013.

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