SANTA ROSA DE LIMA
Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú el 30 de abril de 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva. A los tres meses de nacida su madre comenzó a llamarle Rosa al verla tan hermosa como una flor. Desde pequeña sintió una fuerte vocación religiosa, por lo que oraba y ayunaba con mucha frecuencia.
A los diez años se trasladó con su familia al pueblo que Quives, en la sierra de Lima, y allí recibió el sacramento de la confirmación de Santo Toribio de Mogrovejo. Sus biógrafos sostienen que su estancia en esta localidad andina le dejó imborrables recuerdos de los terribles sufrimientos de los indígenas en las minas y obrajes que administraba su padre.
A los 15 años regresó a Lima y a los 20 se incorporó como Terciaria del Convento de Santo Domingo. Fue muy devota de Santa Catalina de Siena, y así como ella mortificaba su cuerpo con rudos castigos y estrictas penitencias. Así acompañaba la pasión de Cristo y el sufrimiento de los indígenas del Virreinato del Perú. En su casa del barrio de Malambo ayudaba en la economía familiar hilando y bordando hermosas prendas para su venta. Su madre la llamaba "linda costurera". Siempre trabajaba haciendo cantos y alabanzas para Dios, la Virgen María y el Niño Jesús. También acudía a los hospitales de la ciudad para atender a muchas pacientes aliviando sus penurias. Incluso convenció a sus padres para cuidar a los enfermos en un ambiente de su propia casa.
A la edad de 31 años falleció en su ciudad natal. Al parecer fue por una tuberculosis. Era el año 1617, y una multitud de limeños le rindió homenaje. En 1671 el Papa Clemente X la canonizó como Santa Rosa de Santa María, Patrona de las Américas y las islas Filipinas.
CÓMO TE AMARÉ MI DIOS
Cómo te amaré mi Dios
siendo yo tu criatura
y tú mi Dios?
Beba embriagada
en la bodega secreta
del amor divino.
¡Oh, dichosa unión!
abrazo estrecho con Dios
aquí padece el alma
una impaciencia santa.
Corazón llenó del divino amor
aquí, escribe fuerte, Señor.
Temor santo, amor puro,
la vida es cruz.
Desata, Señor, el nudo
que me detiene
Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú el 30 de abril de 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva. A los tres meses de nacida su madre comenzó a llamarle Rosa al verla tan hermosa como una flor. Desde pequeña sintió una fuerte vocación religiosa, por lo que oraba y ayunaba con mucha frecuencia.
A los diez años se trasladó con su familia al pueblo que Quives, en la sierra de Lima, y allí recibió el sacramento de la confirmación de Santo Toribio de Mogrovejo. Sus biógrafos sostienen que su estancia en esta localidad andina le dejó imborrables recuerdos de los terribles sufrimientos de los indígenas en las minas y obrajes que administraba su padre.
A los 15 años regresó a Lima y a los 20 se incorporó como Terciaria del Convento de Santo Domingo. Fue muy devota de Santa Catalina de Siena, y así como ella mortificaba su cuerpo con rudos castigos y estrictas penitencias. Así acompañaba la pasión de Cristo y el sufrimiento de los indígenas del Virreinato del Perú. En su casa del barrio de Malambo ayudaba en la economía familiar hilando y bordando hermosas prendas para su venta. Su madre la llamaba "linda costurera". Siempre trabajaba haciendo cantos y alabanzas para Dios, la Virgen María y el Niño Jesús. También acudía a los hospitales de la ciudad para atender a muchas pacientes aliviando sus penurias. Incluso convenció a sus padres para cuidar a los enfermos en un ambiente de su propia casa.
A la edad de 31 años falleció en su ciudad natal. Al parecer fue por una tuberculosis. Era el año 1617, y una multitud de limeños le rindió homenaje. En 1671 el Papa Clemente X la canonizó como Santa Rosa de Santa María, Patrona de las Américas y las islas Filipinas.
CÓMO TE AMARÉ MI DIOS
Cómo te amaré mi Dios
siendo yo tu criatura
y tú mi Dios?
Beba embriagada
en la bodega secreta
del amor divino.
¡Oh, dichosa unión!
abrazo estrecho con Dios
aquí padece el alma
una impaciencia santa.
Corazón llenó del divino amor
aquí, escribe fuerte, Señor.
Temor santo, amor puro,
la vida es cruz.
Desata, Señor, el nudo
que me detiene