Cuando pensamos en la Antigua Roma es común que acudan a nuestra cabeza
los juegos de circo. No es algo casual, los juegos eran una parte
integral de la vida social, política y cultural de aquella sociedad.
Estos eventos servían como entretenimiento para las masas y jugaban
también un papel crucial en la propaganda política y en la cohesión
social del imperio. Los romanos eran grandes organizadores de
espectáculos y para albergarlos levantaron grandes edificios que
exhibían la mejor ingeniería de la época, algunos han llegado hasta
nuestro tiempo y siguen utilizándose para lo que fueron concebidos hace
dos mil años.
En los anfiteatros se celebraban los combates de gladiadores. Los
gladiadores, unas veces esclavos, otras prisioneros de guerra o
condenados, combatían entre sí o contra animales salvajes en una lucha a
muerte que hacía las delicias del público.
La vida de un gladiador solía ser dura y breve, pero aquellos que
sobrevivían podían ganar fama, riqueza y, en algunos casos, la libertad.
La sociedad romana veía estos juegos como una forma de entretenimiento
que hoy se nos antoja brutal, pero que entonces se veía como un
espectáculo en el que se daba cita la gloria, el honor y la muerte. Una
variante de estos combates eran las “venationes” en las que gladiadores o
bestiarios luchaban contra animales salvajes traídos desde tierras
lejanas.
Otro de los espectáculos más demandados era el teatro, muy
influenciado por los griegos, pero que en Roma desarrolló su propio
estilo y contenido. Los actores, a menudo esclavos o libertos, llevaban
máscaras para representar diferentes personajes y transmitir emociones
al público. El teatro, como ya había sucedido en Grecia, no sólo buscaba
entretener, tenía también una finalidad educativa y moralizante. Junto
al repertorio griego, los autores romanos como Plauto o Terencio
compusieron obras que aún hoy se siguen representando
Pero si había algo que levantaba pasiones eran las carreras de
carros en el circo. Toda ciudad romana de mediano tamaño tenía un circo,
pero el más famoso de todos era el Circo Máximo, una enorme estructura
ubicada entre el Palatino y el Aventino que podía albergar a más de
150.000 espectadores. Estas competiciones eran tan populares que a
menudo detenían el funcionamiento de la ciudad. Los aurigas, conductores
de carros, se convertían en celebridades, y las facciones, es decir,
los equipos de carreras divididos por colores (los Verdes, los Azules,
los Rojos y los Blancos), generaban una feroz rivalidad entre los
aficionados. Los romanos apostaban grandes sumas de dinero en las
carreras y las victorias o derrotas podían influir en la popularidad de
ciertos políticos o emperadores.
Pero había más formas de entretenerse. Aunque menos populares que en
Grecia, los romanos también tenían competiciones atléticas como el
pugilato (boxeo), el pancracio, y carreras a pie, aunque estas no
alcanzaron la misma popularidad que los juegos gladiatorios o las
carreras de carros. Otro espectáculo que les fascinaba eran las
reconstrucciones de batallas navales o naumaquias, a menudo
escenificadas en lagos artificiales o en anfiteatros que se inundaban
para recrear combates navales históricos o ficticios
Los juegos de la antigua Roma eran mucho más que simples eventos
deportivos o artísticos; constituían un microcosmos de la sociedad
romana en el que se mezclaba entretenimiento, política, religión y
moralidad. Eran tan consustanciales a aquel mundo que no desaparecieron
con los emperadores, durante siglos muchos de ellos se siguieron
celebrando en distintas partes de lo que había sido el imperio romano.
Pues bien, para hablar de cómo los antiguos romanos se divertían
vuelve a La ContraHistoria José Soto Chica, que está de paso por Madrid
porque ha venido a presentar su novela “Hasta que pueda matarte”, de la
que ya hablamos hace unos meses en un programa que hicimos juntos sobre
la gran rebelión morisca. José es buen conocedor de la antigüedad
clásica y nos vamos a sumergir hoy con él en el fascinante mundo de los
espectáculos romanos.
Fuente: La ContraHistoria
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