En la noche del 5 al 6 de enero en los países de cultura hispana los
niños se van a dormir esperando recibir los regalos que habrán de
traerles los Reyes Magos de oriente. Esta tradición de los Reyes Magos
ofreciendo regalos a los niños que se han comportado bien durante el año
no es especialmente antigua, de hecho cuesta rastrearla en las fuentes
más allá de mediados del siglo XIX. Estaríamos por lo tanto ante una
tradición relativamente nueva, pero que ha echado hondas raíces en
países como España, donde cierra el ciclo de festividades navideñas y
suele por lo general ser la preferida de los más pequeños.
Pero la figura de los Magos yendo a adorar al niño Jesús no es
precisamente reciente. Se trata de un episodio bíblico que aparece en el
evangelio de Mateo en los siguientes términos:
“Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes,
llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: «¿dónde está el
rey de los judíos que acaba de nacer?» En oyéndolo, el rey Herodes se
sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes
y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde
había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque
así está escrito por medio del profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no
eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti
saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel». Entonces Herodes
llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la
aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e
indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis,
comunicádmelo, para ir también yo a adorarle». Ellos, después de oír al
rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto
en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima
del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de
inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre
y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron
dones de oro, incienso y mirra".
Este breve pasaje convirtió desde muy antiguo a los magos de oriente en
uno de los motivos habituales asociados a la natividad de Jesús. Todo a
pesar de que San Mateo no nos cuenta mucho más allá de que venían de
Oriente y llevaron tres presentes al niño: oro, incienso y mirra. En ese
relato inicial aún no son reyes, no sabemos bien ni de dónde venían, ni
cuántos eran aunque se dio por hecho que tres por el número de regalos.
Fueron las tradiciones posteriores las que establecieron su lugar de
origen, algo aún disputado entre Persiay Arabia, su número, tres, y sus
nombres, Melchor, Gaspar y Baltasar, nombres que también han sido
largamente debatidos, aunque ya aparecen en un mosaico de San Apolinar
el Nuevo de Rávena en el siglo VI.
Se llegó a considerar incluso que se habían convertido al cristianismo,
que fueron martirizados y que sus restos, tras numerosos avatares,
llegaron a la catedral de Colonia, en Alemania, donde hoy se les venera.
Hay otra reliquia importante asociada con los Reyes Magos que se
conserva en el monasterio de San Pablo en el Monte Athos, en la
Calcidia, al norte de Grecia. Allí los monjes dicen poseer los regalos
que los magos entregaron a Jesús y que la Virgen María guardó toda su
vida: unas plaquitas de oro y unas bolas de incienso y mirra.
Una historia, como vemos, que se ha ido construyendo a lo largo de los
siglos hasta alumbrar bellas tradiciones como la de los regalos
infantiles la mañana del 6 de enero. Pues bien, para desentrañarla hoy
nos visita Alberto Garín, con quien repasaremos la tradición de los
Magos de Oriente.
Fuente: La ContraHistoria
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