A principios de los años 30 Ucrania sufrió la que probablemente sea la peor hambruna de su historia. Fue desde luego la más mortífera porque entre 1932 y 1933 murieron entre cuatro y siete millones de ucranianos de hambre. No se debió como en otras hambrunas que habían azotado al imperio ruso en el pasado por malas cosechas encadenadas, sino a la voluntad política de los líderes de la Unión Soviética, más concretamente de Iosif Stalin, que en aquel entonces ya se había adueñado de todo el poder. Fue, en definitiva, una hambruna provocada por el hombre.
Durante estos dos años de auténtico pavor las autoridades soviéticas procedieron a la colectivización forzosa de la agricultura ucraniana, confiscaron las granjas a sus propietarios y confinaron a la población en sus aldeas. Stalin necesitaba los cereales ucranianos para exportarlos a Occidente y conseguir divisas. Quería mostrar al mundo que la república de los soviets podía industrializarse en tiempo récord prescindiendo de la propiedad privada y del libre mercado. Durante meses los ucranianos padecieron privaciones sin cuento. Primero murieron los más débiles, luego, en el paroxismo de la hambruna se dieron casos de canibalismo. Al final del proceso el campo ucraniano quedó completamente colectivizado y se prohibió hablar de los años del hambre. Los muertos, que se contaban por millones, se atribuyeron a una hambruna periódica, un simple desastre natural inevitable y del que era mejor no hablar demasiado.
El silencio fue tan absoluto que, muerto Stalin en 1953, la prohibición de recordar la hambruna ucraniana, más conocida como Holodomor (literalmente “matar de hambre”), se mantuvo. Durante décadas nadie en la Unión Soviética podía referirse a lo que había sucedido en Ucrania durante la colectivización forzosa. En Occidente, hasta donde llegaron algunas noticias de lo que estaba sucediendo en el campo ucraniano, no se quería creer en ello porque era tan pavoroso que parecía simplemente increíble. Algunos intelectuales occidentales desdeñaron los informes que llegaban desde Ucrania por considerarlos exagerados. Otros si que les dieron crédito, pero nadie quería escuchar. Europa occidental y Estados Unidos atravesaban en aquel momento la crisis del 29 y no estaban interesadas en más miserias que las propias.
Hubo que esperar a finales de la década de los ochenta, ya en plena Perestroika de Mijail Gorbachov, para que se hablase públicamente del tema. Poco después la Unión Soviética implosionó y Ucrania se convirtió en un Estado independiente. Fue entonces cuando se empezó a investigar la hambruna. Había pasado más de medio siglo y no había demasiada documentación porque, como casi todas las masacres en la Unión Soviética, fue un proceso caótico y rápido. La mortandad fue tan elevada que las víctimas que no murieron durante la hambruna lo hicieron en los años siguientes como consecuencia de las privaciones.
Hoy el Holodomor es uno de acontecimientos más recordados en la república de Ucrania. Hay un día al año, el cuarto sábado de noviembre, dedicado a su recuerdo, un museo nacional del Holodomor en Kiev y varios monumentos repartidos por el país. Vamos a recordarlo en La ContraHistoria de esta semana ahondando en sus causas para entender cómo fue posible que se produjese algo tan espantoso.
Fuente: Fuente: La ContraHistoria
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