jueves, 2 de diciembre de 2021

Libro: Ezequiel. El profeta que incendió la pradera

 

 

“No es necesario tener los restos de Ezequiel, es suficiente que haya existido”. El epígrafe es de José Carlos Mariátegui, cuando le comunicaron que había “desaparecido” el cuerpo del vernáculo e invicto luchador y líder campesino, cultivadísimo organizador popular y héroe silenciado, Ezequiel Urviola, luego de ser torturado, escarnecido y permanentemente perseguido por la policía política del dictador Leguía, quien, ladinamente, engañara a todos con el cuento de que era defensor, impertérrito de la raza indígena. Y estas se hallan en “Ezequiel. El Profeta que incendió la pradera”, novela del gran escritor puñeno Feliciano Padilla Chalco.

El volumen, de cerca de 300 páginas, escritas con una prosa admirable, recrea las vicisitudes de la vida de un gran mestizo, Ezequiel Urviola, quien, motu propio, asume la identidad de indio, al usar un atuendo que caracterizaba a aquellos sectores, los más desvalidos de la sociedad, no obstante lo cual estudia, en la Universidad de Arequipa, la carrera de abogado, que no culmina, por dedicarse plenamente a la encendida defensa de los “humillados y ofendidos” de su región. (…)

A tanto llega su inquietud cultural –era un estudioso empedernido– que, por mediación del autor de los 7 Ensayos, enseña cursos para los trabajadores analfabetos en la Universidad Popular González Prada. Esta novela, al recrear la vida de Ezequiel, nos conduce al tiempo histórico –entre los años 20 y 30– de plena insurrección del movimiento popular, al que nuestro protagonista sirve de manera integérrima.

Como escribe el joven maestro sanmarquino, Mauro Mamani Macedo, en un magistral ensayo, que sirve de colofón a la novela, “la obra de Feliciano Padilla es vasta y múltiple. Ha publicado poesía, ensayo, testimonio, artículos de periodismo cultural, tradición oral, cuentos y novelas”, destacando “porque su trabajo paciente con la palabra procura textos limpios y nutridos de ideas”.

He aquí, pues, la clave: no hay un regodeo estético ni esteticista, sino que la palabra responde al reto que su tiempo le ha planteado.

Y, en efecto, todo concluye en que esta obra “lleva al personaje histórico Ezequiel Urviola a un nivel simbólico…” que nos conduce a “una novela circular, como el tiempo mítico, que empieza y acaba en el hospital Dos de Mayo” (donde Ezequiel es llevado, directamente, de una de las ergástulas de la dictadura leguiísta, para tratarse por el agravamiento de su TBC, la misma que lo conducirá a la muerte).

Y, así, de este modo, “A las cuatro de la mañana del día martes 27 de enero de 1925, luego de un sueño apacible, el corazón gigante de Ezequiel dejó de latir para siempre”, escribe Feliciano. (…)

Fuente: https://www.losandes.com.pe

 

FELICIANO PADILLA

Feliciano Padilla Chalco (Puno, 1944) es autor de cuentos y novelas de escenario andino, especialmente puneño y apurimeño. En 1992 y 1996 fue reconocido con la Mención Honrosa del Premio Copé de cuento (“Me zurro en la tapa” y “Amarillito Amarilleando”); en 1998 ganó el Primer Puesto en el concurso nacional Canto al Lago, organizado por el Proyecto Especial Binacional Lago Titicaca (“El retorno de Qori Challwa”); y en 1999 ganó el Segundo Premio del 8.º Concurso Nacional de Cuentos, organizado por CEAL, de la Conferencia Episcopal Peruana (“A qué volviste, Nazario”). Además, en 1993 fue finalista del Concurso Nacional de Cuento César Vallejo, organizado por el diario El Comercio (“La huella de sus sueños sobre los siglos”).

Aunque limeño por nacimiento, Feliciano Padilla prefiere identificarse como puneño-apurimeño, por los lugares de origen de sus padres. Por el trabajo de su padre, un guardia republicano abanquino, ex combatiente del 41, tuvo que mudarse numerosas veces por el territorio peruano. Esta experiencia errante se traduce en la tensión social que manifiestan sus obras. Culminó la primaria en una escuela de Challhuanca (Andahuaylas), y la secundaria en Abancay. Luego estudió Lengua y Literatura en la Universidad San Antonio Abad del Cuzco.

Padilla reconoce a su abuela materna, Alfonsa Miranda, como la primera persona que influyó en su vocación literaria. En palabras de su nieto, doña Alfonsa “narraba los hechos maravillosos con toda verosimilitud. De sus labios salían guallatas, mariposas, mujeres y otros seres que encantaron mi imaginación”. Una segunda gran influencia ha sido la del poeta cuzqueño, “El Cholo” Luis Nieto, su maestro más recordado de la Universidad San Antonio Abad: “Él me aconsejó que en vez de la poesía me dedicara a la narrativa, por mi mayor afición a la documentación y la exploración bibliográfica”. Además, valora a José María Arguedas, por “devolverles su rostro” a los peruanos, y a Mario Vargas Llosa, por enseñar a los jóvenes a “comprometerse con la escritura de manera sistemática”.

 

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 Autor(es): Feliciano Padilla

Editorial: Fondo Editorial Cultura Peruana

Páginas: 278

Tamaño: 14,8 x 21 cm.

Año: 2014