domingo, 26 de diciembre de 2021

Podcast La ContraHistoria: Belén, campanas de Belén

 

 

Se trata de uno de los adornos navideños por antonomasia, aunque es mucho más habitual, eso sí, entre los católicos que entre los protestantes. Tiene varios nombres en castellano. Nos referimos a él como belén, nacimiento, pesebre o simplemente portal. Recrea el Nacimiento de Jesús en un establo en Belén la noche del 24 al 25 de diciembre junto a una serie de personajes extraídos de los Evangelios. Permite, además, reconstruir un pueblito de Judea de hace dos mil años o, si el belenista quiere ponerse creativo, de cualquier otra época y lugar. Todo vale mientras estén las figuras adecuadas en la función que les corresponde. El niño en su cuna, la Virgen, San José, los bueyes, los pastorcillos y los Magos de Oriente acudiendo en sus camellos a adorar al recién nacido llevando oro, incienso y mirra.

Para encontrar su origen habría que irse a la Italia del siglo XIII. Fue entonces cuando, a instancias de San Francisco de Asís, empezaron a representarse escenas de la natividad, aunque con personas de carne y hueso y no con figuritas de madera o cerámica. Estos primeros belenes vivos se hicieron muy populares y empezaron a extenderse por toda Italia gracias a la bendición que esta costumbre recibió del Papado. Con el tiempo las iglesias empezaron a sustituir a las personas que encarnaban a los personajes bíblicos con figuras conformando así escenas estáticas. Los primeros belenes estáticos aparecieron en el siglo XIV, especialmente en el sur de Italia. 

Dos siglos más tarde, ya en plena Reforma católica y al calor del Concilio de Trento, las órdenes de los jesuitas y los franciscanos trataron de que el pueblo profundizase en el conocimiento de la vida de Jesús a través de representaciones escénicas. Los dos momentos cumbre de la vida de Jesús, el nacimiento y la Pasión, empezaron a ser profusamente representados. Los jesuitas aprovecharon la tradición belenística que ya existía en Italia y otras partes del sur de Europa y se la llevaron a Alemania, donde se estaba produciendo en esos años el choque contra el protestantismo. El primer belén al norte de los Alpes se instaló en 1562 en el altar mayor de la iglesia de San Clemente de Praga que pertenecía a los jesuitas. Fue todo un éxito de público por lo que la novedad se transformó rápido en tradición. A principios del siglo XVII ya se había extendido por toda Baviera y por el Tirol, lugares donde los belenes navideños siguen siendo habituales. 

En Italia, entretanto, la tradición de los belenes continuó y se fue refinando. En el siglo XVIII el rey de Nápoles, Carlos VII, hijo de Felipe V de España, se entusiasmó con los belenes y los fomentó todo lo que estuvo en su mano promoviendo activamente que se instalasen en los palacios de la aristocracia. En 1759 cuando tras la muerte de su hermano Fernando pasó a ocupar el trono español, se trajo la afición por los belenes elaborados con figuras ricamente ataviadas y paisajes de gran sofisticación. España y, por extensión, el mundo hispano se convirtieron entonces en el epicentro del belenismo. La del belén es una de las tradiciones navideñas más queridas por los pueblos de habla hispana. No hay ciudad sin su belén e incluso compiten entre ellas por lucir los belenes más trabajados y bellos. 

Posiblemente, el éxito de los belenes católicos, fue lo que motivó al mundo protestante alemán a buscar su propio símbolo en el árbol de Navidad, cuyo origen, si bien se puede remontar a algunas tradiciones nórdicas de la Alta Edad Media que llegan hasta el siglo XVI, su popularización se produce desde comienzos del XVII para extenderse después por todo el mundo. Hoy el árbol de Navidad y el belén conviven y hasta se complementan, pero no siempre fue así.

En este capítulo de La ContraHistoria, aprovechando que, como dice el villancico, esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, vamos a hablar de la historia de los belenes. Lo vamos a hacer en compañía de Alberto Garín, lo cual es garantía de la máxima calidad.

Fuente: La ContraHistoria