martes, 26 de febrero de 2019

P. Adolfo Franco, SJ: Comentario para el domingo 24 de febrero

DOMINGO VII Del Tiempo Ordinario
Lucas 6, 27-38

Jesús predica de palabra lo que realizará de obra: el amor a los enemigos. Es la expresión más exigente de la caridad cristiana. Se trata del desinterés más puro, y que manifestará de verdad que somos hijos de Dios; pues El es bueno con los malvados y desagradecidos.

Alguien que vino al mundo, a pesar de que los suyos no le recibieron, que murió por los pecadores, que oró por los que lo traicionaron, ese alguien, Jesucristo, tiene autoridad para enseñarnos esta doctrina tan elevada. Que está por encima de la lógica humana. Una moral simplemente humana no puede atisbar ese elevación tan sublime del amor, que llegue incluso a amar a los enemigos; a dar, sin esperar recompensa; a hacer bien a los que nos odian.

Jesucristo, para que quede bien claro lo que quiere enseñarnos, lo dice de variadas formas, y aludiendo a diversas situaciones: si te pegan en una mejilla, presenta la otra; si te quitan el manto, da también la túnica; ser compasivos, como el Padre Celestial. Incluso nos advierte: no juzgar, no condenar,... porque seremos medidos con la misma medida que hayamos medido a los demás.

Esta es una de las características más saltantes del cristiano. Es un amor puro y sin límites: puro porque no admite mezcla de intereses personales: es un amor que sólo pretende amar; y es un amor sin límites, porque no hace distinción de personas, a nadie deja fuera, nunca dice basta.

Estamos ante un mandato difícil, que nos excede ¿será posible amar así? Hay situaciones que uno puede fácilmente imaginar, y que se viven en la realidad, que enseguida contrastan, y como que se oponen a esta norma del cristiano. ¿Cómo amar a quien ha ofendido a un hijo? Un amigo, socio en los negocios, se aprovecha de mi buena fe y me arruina, y él se queda con todo ¿Lo puedo amar? ¿Tengo que desistir de plantear una denuncia legal? (se dice que al que te quite el manto, le des también la túnica) Una mujer es violada por un delincuente ¿Lo debe amar?

Esta y otras situaciones variadísimas, que se dan con mucha frecuencia, nos ponen contra la pared, nos hacen toparnos con realismo con el mandamiento del amor. ¿La afirmación de Jesús es realista? ¿Siquiera se puede plantear de verdad una conducta así? No podemos eludir la dificultad, y casi la imposibilidad de lo que Jesús nos pide.

Y no quisiera camuflar la exigencia del Evangelio, al buscar respuestas a esas dificultades, al intentar dar alguna explicación. No hay duda de que Jesús está planteándonos una actitud heroica. Actitud que algunos han tenido: San Esteban, cuando era apedreado, oró por sus enemigos, Santa María Goretti oró por el asesino que quiso violarla. Pero hay que tener cuidado, porque al poner tan excelentes ejemplos, sin advertirlo podríamos querer excluirnos, y afirmar que ese mandamiento está propuesto para algunos pocos héroes, y no para el cristiano, que de verdad quiere serlo.

El reclamar el derecho justo por medios legales, no va en contra del amor cristiano; el tener sentimientos (no fomentados) hostiles, no nos impide desear la conversión del que nos perjudicó. El defender a un tercero, atacado injustamente (de cualquier manera que sea atacado u hostigado) no va contra el mandamiento del amor, aunque actuemos con fuerza contra el enemigo en este caso.

Amar, quiere decir, desear el bien a otro, buscar que sea mejor, orar para que lo sea; quitar del corazón actitudes hostiles, instintos asesinos, deseos de venganza, deseos de destrucción del que nos ha hecho daño. Todo este conjunto de actitudes se encierran dentro del concepto del amor verdadero, del amor cristiano. Y es en última instancia lo que nos pide Jesús.


Adolfo Franco, SJ