viernes, 25 de octubre de 2013

Poeta 209: Danza general de la muerte


DANZA GENERAL DE LA MUERTE
ANÓNIMO


La Danza de la muerte o Danza macabra es un género artístico tardomedieval cuya temática era la universalidad de la muerte, sin importar la edad o la situación social. Consiste en la personificación de la muerte, como un esqueleto humano, invocando a personas de distinta posición social o en diferentes etapas en la vida para bailar alrededor de una tumba. Típicamente estas figuras son el Papa, el Obispo, el Emperador, el Sacristán, el Labrador, etc. La muerte les recuerda que los goces mundanos tienen su fin y que todos han de morir. Se cree que las danzas macabras fueron de hecho bailadas representadas teatralmente en el siglo XIV.

Este macabro espectáculo se desarrolló en toda la literatura europea, procedente de Francia. El tema de la muerte dominó la Baja Edad Media, y frente a ella no había resignación cristiana, sino terror ante la pérdida de los placeres terrenales. Presenta, por un lado, una intención religiosa: recordar que los goces del mundo son perecederos y que hay que estar preparado para morir cristianamente; por otro lado, una intención satírica al hacer que todos caigan muertos, con independencia de su edad o su posición social, dado el poder igualatorio de la muerte. También tuvo expresión artística, mereciendo destacarse los grabados que hicieron Hans Holbein el Viejo (publicados en 1538) y Heinrich Aldegrever (1541). Ya en el siglo XIX, el caricaturista Thomas Rowlandson lanzó otra versión grabada de tono más humorístico.

La "Danza de la Muerte" compuesta en castellano que se conserva fue compuesta a principios del siglo XV. Se conserva en un manuscrito de la Biblioteca de El Escorial. Consta de más de seiscientos versos.

DICE LA MUERTE
Yo soy la muerte cierta a todas criaturas
que son y serán en el mundo durante.
Demando y digo: O hombre, ¿por qué curas
de vida tan breve en punto pasante?

pues no hay tan fuerte
ni recio gigante
que deste mi arco se puede amparar,
conviene que mueras cuando lo tirar
con esta mi flecha cruel traspasante.

¿Qué locuras es ésta tan magnifiesta
que piensas tú, hombre, que el otro morirá
y tú quedarás por ser bien compuesta
la tu complexión y que durará?

No eres cierto si en punto vendrá
sobre ti a dessora alguna corrupción
de landre o carbunclo, o tal inplisión
por que el tu vil cuerpo se desatará.

¿O piensas por ser mancebo valiente,
o niño de días, que ausente estaré,
y hasta que llegues a viejo impotente
la mi venida me detardaré?

Avísate bien que yo llegaré
a ti a desora, que no he cuidado
que tú seas mancebo o viejo cansado,
que cual te hallare, tal te llevaré.

La pláctica muestra ser pura verdad
aquesto que digo, sin otra fallencia.
la Santa Escritura, con certenidad,
da sobre todo su firme sentencia

a todos diciendo: haced penitencia,
que a morir habéis no sabéis cuándo,
si no, ved el fraile
que está predicando
mirad lo que dice de su gran sabiencia.

DICE EL PREDICADOR
Señores honrados, la Santa Escritura
demuestra y dice que todo hombre nacido
gustará la muerte, aunque sea dura,
ca trajo al mundo un solo bocado;

ca papa o rey o obispo sagrado,
cardenal o duque, y conde excelente,
el emperador con toda su gente
que son en el mundo, de morir han forzado.

no vos fiéis en altos estados,
que no vos valdrán tesoros ni doblas
a la muerte que tiene sus lazos parados.

Gemid vuestras culpas, decid los pecados
en cuanto podáis, con satisfacción,
si haber queréis cumplido perdón
de Aquél que perdona los yerros pasados.

Haced lo que digo, no vos detardéis
que ya la muerte encomienza a ordenar
una danza esquiva, de que no podéis
por cosa ninguna que sea escapar;

a la cual dice que quiere llevar
a todos nosotros, lanzando sus redes.
Abrid las orejas, que ahora oiredes
de su charanbela un triste cantar.

DICE LA MUERTE
A la danza mortal venid los nacidos
que en el mundo sois de cualquier estado;
él que no quisiere, a fuerza y impelidos
hacer le he venir muy toste priado.

Pues que ya el fraile vos ha predicado
que todos vayéis a hacer penitencia,
él que no quisiere poner diligencia
por mí no puede ser más esperado.

Primeramente llama a su danza a dos doncella

A esta mi danza traje de presente
estas dos doncellas que veis hermosas
ellas vinieron de muy mala mente
oir mis canciones, que son dolorosas.

Mas no les valdrán flores y rosas
ni las composturas que poner solían.
De mí, si pudiesen, partirse querrían;
mas no puede ser, que son mis esposas.

A éstas y a todos por las aposturas
daré fealdad, la vida partida
y desnudedad por las vestiduras;
por siempre jamás, muy triste aborrida,

y por los palacios daré, por medida,
sepulcros oscuros de dentro fedientes,
y por los manjares, gusanos royentes
que coman de dentro su carne podrida.

Y porque el Santo Padre es muy alto Señor
y en todo el mundo no hay su par,
desta mi danza será guiador;
desnude su capa, comience a saltar.

No es ya tiempo de perdones dar
ni de celebrar en grande aparato,
y yo le daré en breve mal rato,
¡Danzad, Padre Santo, sin más detardar!

DICE EL PADRE SANTO
¡Ay de mí triste, qué cosa tan fuerte
a mí que tractaba tan gran perlazía!
¡Haber de pasar ahora la muerte
y no me valer lo que dar solía!

Beneficios y honras y gran señoría
tuve en el mundo pensando vivir;
pues de ti, muerte, no puedo huir,
¡Valme Ihesu Cristo, y tú, Virgin María


DICE LA MUERTE
No vos enojéis, señor Padre Santo
de andar en mi danza, que tengo ordenada.
No vos valdrá el bermejo manto:
de lo que hiciste habréis soldada.

No vos aprovecha echar la cruzada,
proveer de obispados ni dar beneficios;
aquí moriréis sin ser más bullicios.
¡Danzad, emperador, con cara pagada!

DICE EL EMPERADOR
¿Qué cosa es ésta que atán sin pavor
me lleve a su danza, a fuerza, sin grado?
Creo que es la muerte, que no ha dolor
de hombre que sea, grande o cuitado.

¿No hay ningún rey ni duque esforzado
que della me pueda ahora defender?
¡Acorredme todos! Mas no puede ser,
que ya tengo della todo el seso turbado.

DICE LA MUERTE
Emperador muy grande, en el mundo potente,
no vos cuitéis, ca no es tiempo tal
que librar vos pueda imperio ni gente
oro ni plata ni otro metal.

Aquí perderéis el vuestro cabdal
que atesorasteis con gran tiranía
haciendo batallas de noche y día,
Morid, no curéis. ¡Venga el cardenal!

DICE EL CARDENAL
¡Ay, Madre de Dios, nunca pensé ver
tal danza, como ésta a que me hacen ir!
Querría, si pudiese, la muerte estorcer;
no sé donde vaya; comienzo a temer.

Siempre trabajé en leer y escribir
por dar beneficios a los mis criados;
ahora mis miembros son todos turbados,
que pierdo la vista y no puedo oir. 
 

(...) Versión completa