JOHN MILTON
(1608-1674) Poeta inglés que vivó en el siglo de la revolución. Ya en Cambridge, en los estudios universitarios, había experimentado cómo el orden establecido -en aquel caso los programas de enseñanza- resultaba inadecuado para las nuevas exigencias. No participó en la vida pública, pero prosiguió estudiando en la hacienda paterna, en el campo; declaró que se preparaba para adquirir la inmortalidad y que el mundo no le rendía aún el tributo de honor que le correspondía. Viajó por Francia e Italia y fue el primero, entre los ingleses, que estudió a Dante. Vuelto a su patria, participa con una serie de opúsculos en las polémicas religiosas, en sentido presbiteriano. Se casó inesperadamente, pero al cabo de un mes su esposa volvía a casa de sus padres. Escribió entonces cuatro libros a favor del divorcio. Amenazado, escribió otra obra en defensa de la libertad de imprenta. Exaltó la república y la ejecución del rey. Ciego desde 1651, sacó de ello un motivo de autoexaltación, como especial gracia de Dios, por El predestinado a grandes obras. Combatirá todavía por la república después de la muerte de Cromwell, sosteniendo un puritanismo extremista. Tolerado por los monárquicos vencedores, realiza su obra maestra, El Paraíso perdido, en 1667.
EL PARAÍSO PERDIDO
(Fragmento)
" La potestad suprema le arrojó de cabeza, envuelto en llamas, desde la bóveda etérea, repugnante y ardiendo, cayó en el abismo sin fondo de la perdición, para permanecer allí cargado de cadenas de diamante, en el fuego que castiga; él, que había osado desafiar las armas del todopoderoso, permaneció tendido y revolcándose en el abismo ardiente, juntamente con su banda infernal, nueve veces el espacio de tiempo que miden el día y la noche entre los mortales, conservando, empero, su inmortalidad. Su sentencia, sin embargo, le tenía reservado mayor despecho, porque el doble pensamiento de la felicidad perdida y de un dolor perpetuo le atormentaba sin tregua. Pasea en torno suyo sus ojos funestos, en que se pintan la consternación y un inmenso dolor, juntamente con su arraigado orgullo y su odio inquebrantable. De una sola ojeada y atravesando con su mirada un espacio tan lejano como es dado a la penetración de los ángeles, vio aquel lugar triste, devastado y sombrío; aquel antro horrible y cercado, que ardía por todos lados como un gran horno. Aquellas llamas no despedían luz alguna; pero las tinieblas visibles servían tan sólo para descubrir cuadros de horror, regiones de pesares, oscuridad dolorosa, en donde la paz y el reposo no pueden habitar jamás, en donde no penetra ni aun la esperanza. "
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