jueves, 24 de julio de 2025

Cita DCCCLXVI: No, Israel no está cometiendo genocidio en Gaza

Puede parecer duro decirlo, pero existe una flagrante disonancia en la acusación de que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza. Concretamente: si las intenciones y acciones del gobierno israelí son realmente genocidas —si es tan malévolo que está comprometido con la aniquilación de los gazatíes—, ¿por qué no ha sido más metódico y mucho más mortífero? ¿Por qué no, digamos, cientos de miles de muertes, frente a las casi 60.000 que el ministerio de Salud de Gaza (dirigido por Hamás), que no distingue entre muertes de combatientes y civiles, ha citado hasta ahora en casi dos años de guerra?

No es que Israel carezca de capacidad para sembrar una destrucción mucho mayor que la que ha infligido hasta ahora. Es la principal potencia militar de su región, más fuerte ahora que ha diezmado a Hizbulá y dado una lección de humildad a Irán. Podría haber bombardeado sin previo aviso, en lugar de avisar sistemáticamente a los gazatíes para que evacuaran las zonas que pretendía atacar. Podría haber bombardeado sin poner en peligro a sus propios soldados, cientos de los cuales han muerto en combate.

Tampoco es que la presencia de sus rehenes en Gaza haya disuadido a Israel de golpear con más fuerza. Se dice que la inteligencia israelí tiene una idea bastante clara de dónde están retenidos esos rehenes, la cual es una de las razones por las que, con trágicas excepciones, relativamente pocos han muerto por fuego israelí. Y sabe que, por brutal que haya sido el cautiverio de los rehenes, Hamás tiene interés en mantenerlos con vida.

Ni tampoco es que Israel carezca de resguardo diplomático. El presidente Donald Trump ha contemplado abiertamente la posibilidad de exigir a todos los gazatíes que abandonen el territorio y ha advertido repetidamente de que podría “desatar el infierno” en Gaza si Hamás no devolvía a los rehenes. En cuanto a la amenaza de boicots económicos, la Bolsa de Tel Aviv ha sido el índice bursátil más rentable del mundo desde el 7 de octubre de 2023. Con el debido respeto al riesgo de boicots irlandeses, Israel no es un país que se enfrente a una amenaza económica fundamental. En todo caso, son los boicoteadores quienes salen perjudicados.

En resumen, la primera pregunta que debe responder el coro genocida anti-Israel es: ¿Por qué no es mayor el número de muertos?

La respuesta, por supuesto, es que Israel manifiestamente no está cometiendo genocidio, un término jurídicamente específico y moralmente cargado que la convención de las Naciones Unidas sobre el genocidio define como la “intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”.

Obsérvense las palabras “intención” y “como tal”. Genocidio no significa simplemente “demasiadas muertes de civiles”, un hecho desgarrador de casi todas las guerras, incluida la de Gaza. Significa intentar exterminar a una categoría de personas sin otra razón que la de pertenecer a esa categoría: los nazis y sus aliados asesinaron judíos en el Holocausto por ser judíos, o los hutus masacraron a los tutsis en el genocidio de Ruanda por ser tutsis. Cuando Hamás invadió el 7 de octubre, masacrando intencionadamente a familias en sus casas y a jóvenes en un festival de música, también asesinó a israelíes “como tales”.

Por el contrario, el hecho de que más de un millón de civiles alemanes murieran en la Segunda Guerra Mundial —miles de ellos en atroces bombardeos de ciudades como Hamburgo y Dresde— los convirtió en víctimas de la guerra, pero no del genocidio. El objetivo de los Aliados era derrotar a los nazis por llevar a Alemania a la guerra, no acabar con los alemanes simplemente por ser alemanes.

En respuesta, los críticos empedernidos de Israel señalan la magnitud de la destrucción en Gaza. También señalan un puñado de comentarios de algunos políticos israelíes que deshumanizan a los gazatíes y prometen represalias brutales. Pero los comentarios furibundos tras las atrocidades cometidas por Hamás el 7 de octubre difícilmente equivalen a una conferencia de Wannsee, y no conozco ninguna prueba de un plan israelí para atacar y matar deliberadamente a civiles gazatíes.

En cuanto a la destrucción en Gaza, es verdad que es inmensa. Hay preguntas importantes que plantearse sobre las tácticas que ha utilizado Israel, más recientemente en lo que se refiere al caótico sistema de distribución de alimentos que ha intentado establecer como forma de privar a Hamás del control del suministro de alimentos. Y casi ningún ejército en la historia ha ido a la guerra sin que al menos algunos de sus soldados cometieran crímenes de guerra. Eso incluye a Israel en esta guerra, y a Estados Unidos en casi todas nuestras guerras, incluida la Segunda Guerra Mundial, cuando algunos de nuestra generación más grandiosa bombardearon escuelas accidentalmente o asesinaron a prisioneros de guerra a sangre fría.

Pero los planes humanitarios fallidos o los soldados de gatillo fácil o los ataques que alcanzan el objetivo equivocado o los políticos que utilizan frases mediáticas vengativas no llegan a significar un genocidio. Son la guerra en sus trágicas dimensiones habituales.

Lo que no es habitual acerca de Gaza es la forma cínica y criminal que Hamás ha elegido para librar la guerra. En Ucrania, cuando Rusia ataca con misiles, drones o artillería, los civiles se refugian en el subsuelo mientras los militares ucranianos se quedan en la superficie para luchar. En Gaza, es al revés: Hamás se esconde, se alimenta y se resguarda en su vasta madriguera de túneles en lugar de abrirlos a los civiles para su protección.

Estas tácticas, que son crímenes de guerra en sí mismas, dificultan que Israel alcance sus objetivos bélicos: la devolución de sus rehenes y la eliminación de Hamás como fuerza militar y política para que Israel no vuelva a verse amenazado con otro 7 de octubre. Esos dos objetivos eran y siguen siendo totalmente justificables, y pondrían fin a la matanza en Gaza si Hamás simplemente entregara a los rehenes y se rindiera. Son exigencias que casi nunca se oyen de los acusadores supuestamente imparciales de Israel.

También vale la pena preguntarse cómo actuaría Estados Unidos en circunstancias similares. Resulta que lo sabemos. En 2016 y 2017, bajo Barack Obama y Trump, Estados Unidos ayudó al gobierno de Irak a recuperar la ciudad de Mosul, capturada por el Estado Islámico tres años antes y convertida en una fortaleza subterránea con trampas explosivas. He aquí una descripción en el Times de la forma en que se libró la guerra para eliminar al ISIS.

A medida que las fuerzas iraquíes han avanzado, los ataques aéreos estadounidenses han arrasado a veces cuadras enteras, como el que se produjo este mes en Mosul Jidideh y que, según los residentes, causó la muerte de hasta 200 civiles. Al mismo tiempo, los combatientes del Estado Islámico han utilizado masas de civiles como escudos humanos y han disparado indiscriminadamente con francotiradores y morteros.

Esta lucha, llevada a cabo durante nueve meses, contó con un amplio apoyo bipartidista e internacional. Según algunas estimaciones, dejó hasta 11.000 civiles muertos. No recuerdo ninguna protesta en los campus.

Algunos lectores dirán que, aunque la guerra en Gaza no sea un genocidio, ha durado demasiado y debe terminar. Es un punto de vista justo, compartido por la mayoría de los israelíes. Entonces, ¿por qué importa la discusión sobre la palabra “genocidio”? Por dos razones.

En primer lugar, aunque algunos expertos y estudiosos pueden creer sinceramente en la acusación de genocidio, los antisionistas y antisemitas también la utilizan para equiparar el Israel moderno con la Alemania nazi. El efecto es autorizar una nueva oleada de odio a los judíos, lo que despierta la enemistad no solo hacia el gobierno israelí, sino también hacia cualquier judío que apoye a Israel como partidario del genocidio. Es una táctica que los que odian a Israel han seguido durante años con acusaciones infladas o falsas de masacres israelíes o crímenes de guerra que, bien mirados, no lo fueron. La acusación de genocidio es más de lo mismo, pero con efectos más mortíferos.

En segundo lugar, si el genocidio —una palabra acuñada apenas en la década de 1940— ha de conservar su estatus de crimen singularmente horrible, entonces el término no puede aplicarse promiscuamente a cualquier situación militar que no nos guste. Las guerras ya son bastante horribles. Pero el abuso del término “genocidio” corre el riesgo de acabar cegándonos ante los verdaderos genocidios cuando se producen.

Hay que poner fin a la guerra en Gaza de forma que se garantice que nunca se repita. Calificarla de genocidio no contribuye en nada a ese objetivo, salvo a diluir el significado de una palabra que no podemos permitirnos abaratar.

Fuente: https://www.nytimes.com

Por: Bret Stephens es columnista de Opinión del Times y escribe sobre política exterior, política interna y cuestiones culturales.

 

CADENA DE CITAS